No es un perro, no es una mascota, tampoco es un animal

Se trata de un ser vivo, miembro de una familia y respondía al nombre de Oddie; un ser vivo que nunca le haría daño a nadie, mucho más fiel que cualquier persona, por descontado, con muchos más valores que la mayoría de la gente, sobre todo, del individuo que la emprendió a patadas y pisotones hasta dejarlo reventado y tendido sin vida en una calle de Jerez, junto a una menor que hasta aquel momento había disfrutado de su incondicional amistad y compañía. Fue un ser de pequeñas dimensiones y con toda seguridad, si alguna vez alguien le había pisado una patita al estar entre las piernas de sus familiares, nunca se lo tuvo en cuenta a nadie. “Biológicamente hablando”, tenía todo el derecho a vivir como cualquier otro ser vivo.

La maldad, la perversión y las parafilias son atributos del llamado ser humano en cualquiera de los ámbitos que éste se pueda establecer. El dominio sobre los demás, se puede ejercer de muchas maneras. La maldad acostumbra a inmiscuirse en todos los estratos y a disfrazarse con los más diversos atuendos. Sólo escapan de todo tipo de trastorno perverso las pocas personas que por su ejemplaridad durante toda su vida y por su dedicación al bien del prójimo, hayan sido canonizadas. El criminal que lo ha ejecutado de forma vil y cobarde ante una menor de edad no tiene sentimientos ni se le puede hacer ver lo que son. Lo que seguro sería positivo es que las personas que hacen las leyes, así como también quienes las aplican, es que acogieran a “una mascota” como se acostumbra a denominar y le pusieran un nombre, la alimentaran y la cuidaran; aprenderían mucho de estos seres inocentes.

Oddie fue uno más en una unidad familiar, un ser vivo que no se merecía acabar de la forma en que ha sido asesinado.

Autor: L.A.E.M.