¿No has dejado de fumar? Pues cuidado con estos medicamentos

El tabaco y algunas familias de fármacos (especialmente los que se metabolizan en el hígado) tienen una relación tormentosa. Para no correr riesgos hay que ajustar la dosis del medicamento, sustituirlo por otro… o dejar de fumar de una vez por todas.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el tabaco representa la segunda causa de muerte en el mundo (después la hipertensión) pero la primera causa de muerte evitable.

Además, entre tabaco y algunos medicamentos se producen interacciones que muchos fumadores desconocen y que se agravan si a ello le sumamos nuestra insana costumbre de automedicarnos.

Al fumar se nos olvida que lo que introducimos en nuestro organismo no es solo nicotina. El humo del tabaco es por sí mismo una mezcla de más de 500 elementos. En cada calada absorbemos una parte de esos componentes (benzopireno, el antraceno y el fenantreno entre otros) que llegan viajando por la sangre hasta nuestro hígado, justo el órgano preferido para metabolizar muchos de los medicamentos más prescritos. Ni que decir tiene que unir tóxicos y medicamentos en el mismo lugar y al mismo tiempo no es la más saludable de las opciones.

La nicotina, además, tiene un efecto vasoconstrictor que puede retrasar la absorción de los medicamentos administrados por vía transcutánea, lo que es especialmente delicado en el caso de las personas diabéticas que se pinchan insulina. En su caso el tabaco puede provocar un aumento de catecolaminas que se oponen a la acción de la insulina. Por eso, los diabéticos fumadores deben informar a su médico de cuánto fuman porque se recomienda que aumenten la dosis de insulina que se tienen que inyectar en un porcentaje que depende de su consumo de tabaco.

Pero existen otras muchas interacciones del tabaco con los medicamentos. Se ha comprobado que puede modificar la vida media, actividad y eficacia de fármacos como la teofilina (un medicamento que se usa contra enfermedades pulmonares como el asma), los anticoagulantes heparina y warfarina, las benzodiacepinas (que se emplean como relajantes musculares y contra la ansiedad), los antidepresivos de la familia de los tricíclicos, los medicamentos contra la úlcera y los analgésicos que pasan por el hígado, como el paracetamol, la codeína o el dextropropoxifeno.

Teniendo en cuenta esta mala relación, no está de más que si tomas estos medicamentos y fumas, hables con tu médico para que evalúe la posibilidad de adaptar la posología o la frecuencia de las tomas.

 

Fuente: mujerhoy